La verdad es que perder así se lleva mejor, los otros eran bastante mejores que el mío. A modo de chascarrillo, contar que me equivoqué al votar, me gustaba más el bicho gafoso, además, pensé que ganaría ese. También me ha servido para enterarme de que si ganas una semana ese mes ya no puedes participar. Otra vez será. Cuando saque los audios la ser los cuelgo.

Y, nada, felicitar el año al personal que pasea por aquí y, en cierto modo, al blog, que ha sido de lo mejorcito de mi 2009, porque he tenido años mejores. Que 2010 nos haga más creativos en todo lo que afrontemos y nos haga también un poco mejores.

el tratante

23/12/2009

Los hombres que a mí me gustan no saben llorar. No puedo hacer tratos con cualquiera. Necesito gente audaz y ambiciosa, como tú, o como esa novia tuya, tal vez también esté interesada’. El fuego de la chimenea se reflejó en sus ojos. ‘Con uno es suficiente’, respondí. Bebí otro sorbo de whisky y él volvió a llenar los vasos. ‘Estoy a vuestra disposición. Pero no quiero alargarme más’. Abrió un portafolios rojo burdeos y lo deslizó sobre la mesa hasta mí. ‘Es un contrato regular, revísalo si quieres’. Preferí no leerlo. Fui hasta la última página, respiré hondo, y firmé donde ponía ‘El titular del alma’.

las lópez

23/12/2009

Los hombres que a mí me gustan no saben llorar, como a ti, como a tu tía, es lo que tenemos las López. Sí, son hombres buenos, pero muy estrictos, que defienden lo suyo, porque lo quieren, porque no me vas a mí a decir que tu padre no me quería, pues igual que Antonio, que no puede vivir sin la niña y sin ti. Que, por cierto, se queda conmigo hasta que salgas. Si es que qué mala suerte tienes con las puertas. Mira, me voy, que ya viene Antonio’, se acercó y me besó en la frente, con cuidado, para no tocarme la venda de la nariz.

He ganado la final semanal! No dejo de estar sorprendido, tampoco tenía mucha fe en el micro, además, la votación fue muy ajustada y no tenia ninguna buena pinta, pero, al final, el actor/periodista(¿?) que lo leyó, (Manu Zoco),  desempató y votó por el mío. Otra vez muy bien interpretados, por cierto. Estoy muy muy contento, todavía con el subidón a cuestas.

Cuelgo el audio íntegro del concurso:

y el del micro solo:

verde albahaca

17/12/2009

—¡Bicho gafoso de mierda! ¡Mala sangre! ¡Malaje! ¡Mala vida te den!
—Si ni siquiera me has dejado hablar —protesté mientras la seguía.
—No escucho a los payos.
—Pero, ¿tú sabes cómo son tus ojos?
—Verde albahaca —contestó sin mirarme—. Dime algo que no sepa.
—Si lo hago, ¿me darás un beso?
—Prueba.
—¿A que no sabes que, al llorar, las lágrimas salpican los cristales de la gafas?
Se detuvo y me apuntó con sus ojos:
—Lo que tú no entiendes, niño, es que los hombres que a mí me gustan no saben llorar.

este micro ganó la final semanal. se puede escuchar aquí.

otra final!

16/12/2009

Me acaban de llamar otra vez de la ser. Lo cierto es que no me lo esperaba, el de esta semana salió un poco cursi, pero bueno, mejora con la foto que va. Lo colgaré mañana después del concurso. Para el que quiera oirlo, puede hacerlo en la ser a eso de las 10h30m.

Otra hoja roja bien grande.

contrariedad

09/12/2009

Ni subido a una escalera conseguiría besarte. Y es que sigo sin entender por qué has tenido que volver a convertirme en rana.

armario en L

03/12/2009

El armario de mi abuela era especial, sólo podías entrar cuando ella te lo pedía. Era un armario empotrado, aparatentemente normal, pero cuando llegabas al extremo izquierdo continuaba por detrás de la pared de la habitación. Los trastos se adivinaban bajo la linterna de petaca, pero cuando uno quería profundizar un poco, ella te llamaba y te metía prisa para que salieras. El otro día estuvimos vaciándolo y se había estrechado, aún así, conseguí hacer la ele y situarme detrás del tabique. Mientras recogía una vieja aspiradora en la penumbra, me sorprendió un resquicio de luz  que se filtraba a través de un pequeño agujero en la pared, en aquel momento mi madre golpeó  el muro y tuve que salir.

enviado esta semana a la ventana de millás.

El armario de mi abuela era especial, sólo podías entrar cuando ella te lo pedía. Era un armario empotrado, aparatentemente normal, pero cuando llegabas al extremo izquierdo continuaba por detrás de la pared de la habitación. Los trastos se adivinaban bajo la linterna de petaca, pero cuando uno quería profundizar un poco, ella te llamaba y te metía prisa para que salieras. El otro día estuvimos vaciándolo y se había estrechado, aún así, conseguí hacer la ele y situarme detrás del tabique. Mientras recogía una vieja aspiradora en la penumbra, me sorprendió un resquicio de luz  que se filtraba a través de un pequeño agujero, en aquel momento mi madre golpeó la pared y tuve que salir.