experimento

11/10/2012

Con esa exactitud tan característica de la ciencia, y que tanto le gustaba, arrancó su exposición con antecedentes históricos, efectos fisiológicos, diferentes perspectivas… para terminar con su punto de vista. Aunque había anochecido, ninguno de los dos habíamos encendido la luz del laboratorio y el reflejo de los osciloscopios nos acogía con una inesperada intimidad. ‘Y eso es para mí el amor, ¿qué es para ti?’ me preguntó bajando un poco la mirada. La atraje hacia a mí, tirando suavemente de la bata, le quité las gafas y, al fin, nos besamos. En ese instante, el ordenador emitió un pitido y sonreímos: el experimento había sido un éxito.

mariela

09/02/2011

clara varela

esta fue mi participación en la iniciativa de Clara Varela, escríbeme una ilustración, preciosa imagen, Clara

 

Mariela era era la mujer más bella de la cordillera y, por supuesto, la más deseada. Pero a Mariela nunca le robaron el corazón, cuando conocía a alguien que le gustaba y detectaba la menor posibilidad de peligro se daba la vuelta y salía corriendo. Cuando llegaba a casa, guardaba los besos que no había dado en una bolsa de besos, son parecidas a esas que uno usa para calentarse los pies en la cama, sólo que más gruesas porque deben resistir más temperatura. Para Mariela eso era suficiente, por las noches se ponía la bolsa en el pecho y se quedaba dormida al calor de las vidas posibles junto a aquellos hombres. Pero pasaron los años y Mariela notaba que la bolsa se iba enfriando, pensó que tal vez echando un poquito de agua caliente compensaría el calor perdido, pero eso hacía que las imágenes al acostarse fueran cada vez más débiles; otro día se le ocurrió hablar con un extraño en un bar, pero al llegar a casa encontró que no había nada que meter en la bolsa; desesperada probó incluso a meterla en el microondas, pero entonces los recuerdos se hacían ya demasiado lujuriosos para su edad. Y así fueron pasando inviernos y el frío se iba apoderando de Mariela, hasta que una noche juntó el valor para hacerlo. Dejó correr el grifo de agua caliente y se metió, poco a poco, en la bañera. Estuvo un buen rato hipnotizada, observando, en la penumbra de las velas, cómo la bolsa flotaba vacilante entre sus rodillas. Lentamente, la botella navegó hasta encallarse en su barbilla. Mariela la tomó entre su pecho una última vez y aflojó muy despacio su tapón, luego cerró los ojos y derramó el contenido, hasta que no quedó nada en su interior.


Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol donde lo enterraste, un olivo ¿qué te parece un olivo?, rechoncho y fuerte, y, en verano, aceitunas con pan y besos, como cuando nos conocimos, y un perro grande, para que siempre aciertes al acariciarle bajo la silla, seremos una pareja más de jubilados disfrutando del Mediterráneo y todo se habrá olvidado, ya verás. A este lado poco más, los chicos te mandan mucho ánimo y ¡ah!, lo olvidaba, el vigilante del banco ha vuelto a caminar. La semana que viene te llevaré una camisa y muda nueva.

 

Ya de vuelta de Japón, sniff, sniff, intentando volver a la rutina, eso incluye visitar los blogs del personal e intentar escribir algo decente…

Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol donde lo enterraste, un olivo ¿qué te parece un olivo?, rechoncho y fuerte, y, en verano, aceitunas con pan y besos, como cuando nos conocimos, y un perro grande, para que siempre aciertes al acariciarle bajo la silla, seremos una pareja más de jubilados disfrutando del Mediterráneo y todo se habrá olvidado, ya verás. A este lado poco más, los chicos te mandan mucho ánimo y ¡ah!, lo olvidaba, el vigilante del banco ha vuelto a caminar. La semana que viene te llevaré una camisa y muda nueva.
Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol donde lo enterraste, un olivo ¿qué te parece un olivo?, rechoncho y fuerte, y, en verano, aceitunas con pan y besos, como cuando nos conocimos, y un perro grande, para que siempre aciertes al acariciarle bajo la silla, seremos una pareja más de jubilados disfrutando del Mediterráneo y todo se habrá olvidado, ya verás. A este lado poco más, los chicos te mandan mucho ánimo y ¡ah!, lo olvidaba, el vigilante del banco ha vuelto a caminar. La semana que viene te llevaré una camisa y muda nueva.

Entonces es martes, seguro, por lógica, aunque la entrada pone: ’23 de febrero, día del espectador’, nada más. Cuando empiezan los títulos de crédito sigo solo.

Noventa minutos después tengo los ojos arrugados, no he parado desde que supe que eras la narradora. La luz era preciosa, entre Amelie y Big Fish, como un cuento. Y mis canciones favoritas sonando en los momentos justos. Pensé que fuimos felices.

Ahora me iría a tomar una cerveza, para pensar en la película, como solíamos hacer, pero no habrá mucho ambiente. Es terrible morirse un martes, creo que me pondré la chaqueta y me iré hacia la luz.

e-sonrisa

28/10/2009

El hombre luce una inquietante sonrisa, como de saberse ganador. Antonio se frota los ojos y mira atónito el monitor, no conoce a aquel tipo. Busca a su alrededor para ver si se trata de una broma de sus compañeros, pero sólo encuentra miradas de desinterés cotidiano. El asunto del mensaje es un lacónico ‘fin’. La foto está hecha con una webcam y tiene mucho grano, sin duda, es ese el motivo porque el que Antonio no quiere reconocer que el cuadro del fondo se parece demasiado al que colgó la semana pasada, pero mucho menos que la mujer de al lado es Julia.

la ventana

21/10/2009

Cielos, cómo brilla hoy el valle. Ahí llegan, no le soporto, con esa sonrisa de tonto, se creerá Gardel. ¡Ya vienen! ¿Has hecho el café? Porque qué verá ella, pero no tiene culpa, mi pequeña es sólo una niña. Esta Martina no ha rematado el clavo de la ventana y entra biruji. ¡Martina! ¡Si no fuera por esta silla ibas a ver! Hay que reconocer que tiene porte, pero si no fuera por las tierras lo iba yo a consentir. Uy, esa nube trae lluvia. Qué habría sido de mí si mi madre me hubiera dejado casar con Andrés. ¡El café! Y qué guapo era.

nostalgia

15/10/2009

Fresca, brillante, antihistamínica, así es ahora mi relación, sería perfecta si no fuera por esto último: tenemos bromas privadas, enemigos comunes y platos favoritos. Aunque no recuerde la última vez, hacemos el amor fresca y brillantemente. Pero, desde hace poco, mis ojos ya no vidrian cuando me mira, mi piel conserva esa tersura acorchada de los últimos años cuando pasa a mi lado y respiro con rutinaria tibieza cuando me susurra en plan Dietrich al oído. Así que ya ven, ahora voy menos abrigado, para escalofriarme alguna vez, me echo colirio a menudo y me he suprimido la pastillita de la tensión.